Esta semana se ha hecho pública la sentencia del TC que otorga a los menores (que hoy en día no pueden conducir, ni votar, ni fumar, ni beber, ni emanciparse, ni casarse…) el derecho a cambiar de sexo… Sin embargo, aunque habría mucho que decir sobre esta sorprendente sentencia, he decidido dejarlo para más adelante y, aprovechando unos días de alejamiento, descanso y silencio, apartado un poco del mundo y su ruido, he decidido hablarles precisamente de eso, de lo necesario que es de vez en cuanto escaparnos del enorme ruido de la vida diaria, para pensar sobre las cosas verdaderamente importantes y trascendentes de nuestra vida. Querría invitarles a la misma experiencia que ahora estoy viviendo yo y que resulta tan infrecuente como necesaria en nuestros días pues el ruido mata y silencia lo trascendente.

LA SOCIEDAD DEL RUIDO Y LAS PRISAS

Vivimos en una sociedad que vive a un ritmo trepidante y no da pie a un respiro que permita pararnos a pensar en lo que realmente importa, lo que da sentido a nuestras vidas, verdadero motor de nuestro por qué y para qué. Es realmente llamativo ver cómo hoy más que nunca, nuestra sociedad huye, a través del ruido, de las prisas y del pragmatismo que todo lo impregna, de plantearse las grandes preguntas que la humanidad, a lo largo de su historia, se ha planteado. ¿Por qué vivo? ¿Para qué vivo? ¿Cuál es el sentido último de mi vida? ¿Trascenderé a la muerte?. Sin duda la casi desaparición de disciplinas como la filosofía de las aulas de los colegios han influido mucho en que estas cuestiones cada vez nos las preguntemos menos, pero personalmente creo que lo que más contribuye a este vacío trascendental en el que nos vemos inmersos todos es el enorme ruido en el que vivimos y las prisas por ir corriendo  cuando lo verdaderamente importantes es hacia dónde corremos y por qué lo hacemos.

En nuestra sociedad sólo se habla de la muerte como solución ante problemas que se perciben como irresolubles, Eutanasia, suicidio… siendo por lo demás una realidad que se procura dejar de lado aun cuando constituye el único hecho cierto al que todos tarde o temprano nos vamos a enfrentar, a pesar de lo cual apenas se habla de ella. Y es precisamente cuando nos acercamos a su umbral cuando estas cuestiones fundamentales que hemos dejado de lado a lo largo de nuestras vidas nos asaltan con urgencia y nos hacen replantearnos todo lo vivido.

Bronnie Ware es una enfermera británica que trabaja en una unidad de cuidados paliativos. Ha presenciado muchas muertes y ha asistido a muchísimas personas viviendo sus últimas semanas de vida. Esta enfermera decidió poner por escrito a qué cosas las personas damos importancia cuando ya miramos la vida por el retrovisor siendo conscientes de que se apagará quizá en días o semanas. Lo sorprendente de lo que puso por escrito es que las cosas de las que nos arrepentimos son cosas sencillas, muy comunes pero trascendentes, son las cosas que el ruido de la vida apagan:

Amistades que dejamos ir, el amor de unos padres que apenas cuidamos cuando ya no nos cuidan ellos, sentimientos que en su día no revelamos. Nadie en esos momentos se arrepentía de no haber trabajado más, más bien de todo lo contrario, pero casi todos se arrepentían de haber dejado escapar o morir aquella amistad que tanto les llenaba, de no haber pasado más tiempo con los hijos, de no haber sabido agradecer a sus padres el esfuerzo, sacrificio y generosidad que supone hoy en día sacar a un hijo adelante. De eso es de lo que hablaban aquellos enfermos que se sabían a las puertas de la muerte y de eso es de lo único que se arrepentían.

EL EJERCICIO

Por eso hoy quiero proponerles un ejercicio. Les invito a escaparse de la marea que todo lo arrastra, del enorme ruido del mundo, escaparse a un lugar apartado, si es posible un lugar bonito donde el silencio sea sólo roto por sonidos naturales. Apague el móvil y sumérjase en las verdaderas preguntas trascendentes que ya no nos hacemos pero que dan sentido a nuestras vidas. ¿Cómo puedo mejorar mi vida? ¿Cómo puedo mejorar la de aquéllos a los que quiero? ¿Qué estela quiero dejar tras de mi? ¿Qué lugar ocupa en mi día a día lo verdaderamente importante y trascendente, lo que de verdad importa? lo mismo que dicen mirar y valorar aquéllos que ya no van a tener oportunidad de volver a vivir la vida que aún nos queda a nosotros. ¿Cómo es mi relación con aquellos que se sacrificaron para darme a mi la vida y que quizá ahora formen parte de la enorme masa de gente que se siente sola? ¿Qué puedo hacer para mejorar esta sociedad tan individualista y materialista y que oculta tanto sufrimiento?

Les confieso que la idea de este blog nació en uno de esos ejercicios que ahora les propongo. Por eso lo único que persigue este blog es gritar las grandes incongruencias de la sociedad en la que vivimos, aquellas verdades que nos quieren imponer y que son realidades opuestas al sentido común y a esas mismas cuestiones trascendentes que nos plantearemos en el umbral de la vida…

Sin más les animo a no ponerse excusas y hacer ese ejercicio, y les prometo que el resultado les va a sorprender, pues digan lo que digan las personas somos mucho más que lo que ahora nos venden. Tenemos hambre de verdades, de trascendencia y hasta de eternidad, hambre de felicidad plena que no se detiene con un buen trabajo y una buena novia…

Queridos amigos del blog, espero de corazón que encuentren en el silencio buscado muchas de las respuestas que hoy quieren ocultarnos y que también nos serán útiles para afianzarnos en nuestras convicciones y volver al ruido de la vida sin miedo de mostrar a los demás que el rey está desnudo para que cada vez seamos más las voces que lo digan.

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