En las vidas paralelas de Plutarco se describe a un César sorprendido y preocupado por un fenómeno que observaba en la decadente Roma del siglo II…

«Viendo César en Roma ciertos ricos que se complacían en tomar y llevar en brazos perritos y monitos pequeños, les preguntó si sus mujeres no parían niños; reprendiendo por este término, de una manera verdaderamente imperatoria, a los que la inclinación natural que hay en nosotros al amor y afecto familiar debiéndose a solos los hombres, la trasladan a las bestias”

Nuestra también decadente Europa vive un fenómeno similar al descrito 18 siglos antes por Plutarco. El tiempo cambia pero el hombre es el mismo y los errores que llevaron a la desaparición de una cultura y una sociedad increíblemente desarrollada, se repiten. Estos son los datos:

• Según el INE hay actualmente 6,9 millones de niños menores de 14 años en España frente a los 13 millones de mascotas, de los cuales algo más de 7 millones son perros

• En Madrid hay estadísticamente el doble de posibilidades de cruzarse con una persona paseando a un perro que a un bebé.

Estos datos llevaron a la revista Forbes a plantearse en un reciente artículo si los millenials estaban sustituyendo a los bebés por mascotas. Ya ven ustedes, Plutarco 18 siglos antes coincide con la prestigiosa Forbes en un mismo diagnóstico de dos sociedades decadentes, seguramente ambas en el umbral de su desaparición. Discrepo sin embargo de los motivos que la prestigiosa revista da y en cambio me convence más la opinión que Plutarco puso en boca del César.

A la vista está que hemos cambiado los niños por mascotas. Forbes aduce como motivo lo caro que resulta criar a un niño frente a una solución más barata como es un animal de compañía. La mera comparación que hace Forbes ya debería resultar sorprendente por no decir insultante, pero además tanto Plutarco 18 siglos antes que lo relataba como fenómeno de los ricos romanos, como el estudio de dónde está ocurriendo esto actualmente, en los países ricos occidentales, ya dan una pista de la falsedad de la causa esgrimida por Forbes.

¿Por qué entonces no tenemos hijos? ¿Por qué decidimos paliar el creciente fenómeno de la soledad con perros en lugar de con hijos? Una vez más les voy a dar causas que no verán habitualmente en los medios de comunicación como Forbes, son nuestras causas políticamente incorrectas que harán que una semana más este artículo se llene de insultos e improperios en Facebook sin que por ello deje de publicar lo que creo se ha de gritar a voces.

CAUSAS:
Una sociedad egoísta que huye del compromiso, que solo entiende de derechos y elude los deberes

Las nuevas generaciones rehuyen el compromiso y lo retrasan casi de forma compulsiva. Educados en una filosofía errónea, transmitida por el pensamiento imperante, de que el compromiso es contrario a la libertad, huyen de cualquier tipo de compromiso. No se quieren casar, evitando las obligaciones y ataduras que ello conlleva pero a la vez reclaman sin casarse todos los derechos que un matrimonio tiene al inscribirse como parejas de hecho porque quieren los derechos pero no las obligaciones. Retrasan también su compromiso profesional en una interminable preparación de carreras, másteres y actividad curricular, siguen viviendo en las casas de sus padres hasta edades tardías exigiendo todos los derechos y sin querer aportar en las obligaciones de esa casa. Parece de hecho que a base de eludir responsabilidades y compromisos, los jóvenes y no tan jóvenes de hoy en día acaban alargando una adolescencia que ahora es prematura pero acaba a veces en la cuarentena, si es que acaba.

En este contexto de evitación del compromiso, el mayor compromiso y obligación que se puede adquirir es sin duda tener un hijo. El hijo no solo requiere madurez y compromiso sino también sacrificio, olvidarse de uno mismo, renunciar a muchas cosas empezando por el propio tiempo y es algo de lo que, si uno se cansa, no se puede devolver o abandonar como se hace con los perros..

En España durante 2017 fueron recogidos casi 140.000 perros y gatos abandonados por sus dueños, que simplemente se cansaron de ellos. Claro que ese mismo año fueron abortados más de 100.000 niños sin ni siquiera darles la oportunidad de vivir.

Volviendo a la Roma de Plutarco, también el aborto era permitido y no solo el aborto sino el infanticidio pues para los Romanos el niño era el mismo niño dentro de la madre como fuera de ella y lo seguiría siendo hasta que pudiera valerse por si mismo momento en el cual se le consideraría ciudadano romano de plenos derechos. En esto por lo menos eran mas coherentes que nosotros que consideramos un asesinato matar al neonato una vez nacido pero si está dentro de la tripa de la madre no. En la Roma clásica los recién nacidos que no fueran sanos o simplemente no deseados se abandonaban o mataban. Así entre las ruinas romanas se han encontrado verdaderos abortorios como en las ruinas de Ashkelon donde centenares de esqueletos de bebés yacían en las alcantarillas de un edificio.

Pero les doy un dato curioso… ¿Saben ustedes cuando el aborto e infanticidio empezaron a estar penados en Roma? Muy al final, en el siglo IV y según los historiadores no lo fue precisamente por la influencia del cristianismo que solo crecía en la Roma oriental de Constantino, la única que posteriormente iba a sobrevivir. Tras la división entre las dos Romas iniciada por Diocleciano, la Roma occidental prohibió el aborto e infanticidio “por el miedo de las clases dominantes a la pérdida de su estatus y de sus costumbres ante la despoblación del Imperio frente a los extranjeros que lo invadían”. ¿Les suena esto de algo?

Creo por tanto que el miedo al compromiso y a la aparente pérdida de libertad que implica un hijo y un cierto egoísmo son las verdaderas causas de la enorme caída de natalidad en los países occidentales y no las políticamente correctas esgrimidas por los medios como son la falta de medios económicos, razones que se caen por su propio peso pues las sociedades y países más ricos son los que están sufriendo este suicidio demográfico y como ocurría en la Roma de Plutarco, cuanto más ricos más perros y menos niños.

Alejandro Macarrón, en su libro “El suicidio demográfico de occidente” habla de una verdad incómoda: Los hijos no se tienen por las pocas ganas de hacer los sacrificios que conllevan la crianza más que por motivos económicos. La crisis de natalidad es una crisis de valores.

Los hechos tozudos que desmienten la versión políticamente correcta

Los estudios demográficos constatan que en las familias/hogares donde los sueldos “sí llegan”, en España y fuera de ella, tampoco se tienen apenas hijos. Y que cuando sí llegaban (años 1999 a 2007, antes de la crisis), tampoco teníamos casi hijos. Estos estudios también revelan que los habitantes más pobres de España como grupo, los inmigrantes, tienen más hijos que los españoles y que los andaluces y murcianos tienen más hijos que los vascos y sus compañeros de cornisa cantábrica, con mucho menos paro y más renta per cápita que en el Sur de España y que las luxemburguesas y las suizas tienen tan pocos hijos como las españolas. Y que Alfonso XIII tuvo siete hijos; Don Juan de Borbón, cuatro; Juan Carlos I, tres; Felipe VI, dos. Y todos ellos pertenecían a la realeza y por tanto vivían en la opulencia, y que en tiempos de la guerra civil había 20 millones menos de habitantes en España, y con todo lo duros que fueron esos años, nacían más niños que ahora. Por lo tanto, no es la falta de dinero y comodidad material la razón fundamental para la caída de la natalidad sino eso que llamamos razones “culturales” o de “valores”.

En la sociedad actual priman las relaciones de interés o esporádicas frente a las de compromiso y permanentes, se huye del sacrificio y se educan a los hijos, pocos y escogidos, en la máxima comodidad, en el premio fácil de lo inmediato. Se prima el sentimiento y las emociones sobre la voluntad y el deber ser, en definitiva es un mundo que se mira el ombligo y apenas mira más allá de él, donde la cultura del esfuerzo ha sido sustituida por la cultura de la recompensa inmediata enseñada ya desde la más tierna infancia. Es un mundo de gente que exige permanentemente derechos sin sentir que tiene obligación ninguna para con los demás y la sociedad, derechos que se convierten en leyes por políticos que buscan en la nueva cultura del deseo sin responsabilidades el voto fácil de los ciudadanos. Mientras estos principios y valores fundamentales no se cambien tener hijos no será nunca una moda pues requiere esfuerzo, sacrificio y renuncia, algo a lo que las nuevas generaciones que se dicen las más preparadas de la historia, no están dispuestas.

SOLUCIONES PROPUESTAS

1- Reconocer el problema y eliminar la demagogia ideológica

Lo primero que veo necesario es reconocer el problema en toda su dimensión y sobretodo retirar de él todas las orejeras ideológicas que ahora lo impregnan. Hay que ver al rey como en realidad está, desnudo y, decirlo sin miedo a las críticas aunque luego Facebook se llene de insultos hacia quien lo dice.

2- Prestigiar la maternidad y paternidad.

Las madres y padres, solo por serlo, y más cuantos más hijos tengan, merecen prestigio y el agradecimiento de la sociedad, por su contribución a darnos la continuidad y sostenibilidad demográfica que tanto se necesita. Actualmente la figura del padre y de la madre está totalmente ninguneada brillando mucho más el éxito profesional y la independencia personal como factores de éxito y reconocimiento. A ello tristemente ha contribuido notablemente un moderno feminismo que es antinatalidad porque cree que los niños son malos para la proyección profesional de la mujer y un estigma sobre ella, y es antifamilia porque ve en el hombre un enemigo al que además le desposee de cualquier decisión sobre la vida del no nacido. Es un feminismo muy alejado del inicial, que pedía simplemente la igualdad entre hombres y mujeres y que ahora los convierte en enemigos. También la exacerbación de un ecologismo mal entendido que cree que el ser humano es incompatible con la naturaleza ha contribuido a desprestigiar la maternidad y paternidad.

Si estuviéramos realmente concienciados sobre este problema, y se revalorizase en la sociedad la figura de la madre y del padre, que está aún más ninguneada en nuestro tiempo de lo que lo ha estado nunca, la sociedad empezaría a mirar como héroes a los padres que deciden con sacrificio y esfuerzo criar hijos que son realmente el futuro y la riqueza de una sociedad.

3.- Ofrecer alternativas al aborto como salida fácil

Hoy en día un niño es viable a los 4 meses de gestación. La evidente colisión de derechos que supone el ejercicio del mal llamado derecho al aborto por encima al del derecho a la vida del no nacido, debe de hacer que las sociedades modernas busquen soluciones alternativas a la fácil salida del aborto mientras cada vez más se reclaman vientres de alquiler aunque ello suponga cosificar aun más a la mujer.

4.- Reeducar en la cultura del esfuerzo.

Si esto no cambia, si seguimos prefiriendo a los perros que a los hijos, ocurrirá lo mismo que en la Roma de Plutarco, iremos derechos a una sociedad triste, envejecida, decadente con muchísima soledad y donde por supuesto los mayores no cobrarán las pensiones aunque tendrán aun un mayor déficit de cariño que económico. Será además una sociedad que perderá cualquier seña de identidad, tanto por renunciar a su propio pasado como por extinguirse y dejarse ser sustituida por otras culturas cuyos valores han sido opuestos a los que vieron nacer la vieja Europa.

Todos hemos experimentado en nuestra vida que lo que merece la pena requiere esfuerzo, pero es un esfuerzo que se recompensa en el caso de los hijos, de forma exponencial. Personalmente lo que más me ha llenado en la vida de lejos son las relaciones humanas y de una forma muy especial la de mi mujer e hijos, curiosamente aquellas que requieren un mayor compromiso. Es indescriptible y solo entendible por aquellos que lo viven, la riqueza y alegría que te transmite la paternidad o maternidad. Por otra parte la vida es un don que hemos recibido y parece de justicia transmitir aquello que nos han dado. Les invito a hacer una reflexión sobre todo ello y sobre en general las cuestiones fundamentales de la vida. Que el ruido no mate lo transcendente.

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