“La parte central de la vida es la que vale, la vida es lo que hay en el medio, cuando se puede gozar y se puede amar”. Esta afirmación fue emitida por Pablo Motos en la famosa entrevista que el presentador hizo al líder del partido VOX Santiago Abascal. En un momento determinado y hablando sobre la eutanasia en el final de la vida y del aborto en las fases iniciales, Pablo Motos afirma… “Es que la que vale es la parte central de la vida. En el principio eres un cigoto y en el final un vegetal, lo que vale es lo de en medio” Se trata en realidad de un pensamiento muy extendido en nuestra sociedad utilitarista. Si no puedes disfrutar o si no eres autónomo o «no sirves para nada», estás en la parte de la vida que no merece ser vivida.

Podéis ver el fragmento de la entrevista aquí. Son apenas 3 minutos de video.

https://www.youtube.com/watch?v=v-l9wrrEwHk

PREGUNTAS QUE OS TRASLADO, QUERIDOS LECTORES

Os animo a responder a estas preguntas. Si aceptamos la teoría de Pablo Motos se generan inmediatamente unas inmediatas cuestiones nada baladís y de difícil abordaje.

¿Quién determina qué parte de la vida es la que no vale, la “no mollar”, para proceder a ponerle la etiqueta de prescindible? ¿Ha de ser el estado o el individuo? ¿Cuándo comienza la parte “mollar”? ¿Y si la parte “mollar” se vuelve no “mollar” por circunstancias, por ejemplo, una enfermedad? ¿Y si un individuo percibe en una etapa de su vida que ya no disfruta lo suficiente? ¿Qué ocurre si eliminamos la primera parte “no mollar” de la vida?

En estas breves lineas, expongo la idea de que realmente la teoría de Motos, tan asentada en nuestra sociedad, realmente responde a la visión hedonista y utilitarista de la vida y que niega el valor de la vida misma “per se” de cualquier persona.

PREGUNTA QUE LE TRASLADO A PABLO MOTOS

Si cuando eras cigoto no eras nada y se podía proceder a tu eliminación ¿No crees que España se hubiera perdido a uno de los presentadores más brillantes? ¿No crees que el pensamiento y la ilusión de tu madre de que eras algo más que un cigoto es el que te dio la oportunidad de vivir? ¿Qué ocurre si eliminamos la parte inicial “no mollar” de la vida? Te respondo yo, que nunca habrá parte “mollar”. A las otras dos preguntas te dejo Pablo que respondas tú.

CONCEPTO MATERIALISTA, UTILITARISTA Y HEDONISTA DE LA VIDA HUMANA

Jeremy Bentham afirmó que el criterio de la moralidad, de lo que está bien o mal en el orden moral, reside en el principio de utilidad, y ésta debe ser entendida como la tendencia “a producir un beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad”, o a prevenir un daño, dolor, mal o desgracia. De esta manera asume, siguiendo la tradición hedonista del epicureísmo, la identificación entre el bien moral y el placer, y entre el mal moral y el dolor. A quien acepte esta premisa, no le será difícil argumentar en favor de la eutanasia.

Según este precepto, suprimir el dolor, eliminando la vida sufriente y terminal, podría calificarse como un bien moral en sí mismo. De la misma manera, suprimir una vida no autónoma o una vida improductiva también estaría justificado. En definitiva, dos son los argumentos principales que se esgrimen para poder prescindir de una vida: la autonomía y la piedad. Ambos argumentos son usados en el aborto, como vida primigenia no autónoma y en la eutanasia, como vida terminal sufriente y en muchos casos también no autónoma.

LA RESPUESTA DEL HUMANISMO CRISTIANO

Ante el dilema de la vida “no mollar” el humanismo cristiano da una respuesta que personalmente subscribo en su totalidad. Quiero aclararles que para estar de acuerdo con el humanismo cristiano no hace falta ser católico. Yo lo soy, pero en absoluto es una premisa pues esta visión del hombre va mucho más allá de lo religioso. Se trata de una visión integral de la persona que le confiere una dignidad independientemente de sus circunstancias. Lo que la persona es capaz de producir o cómo se siente no le quita ni un ápice a la dignidad por ser persona. Esta dignidad es inherente a todo individuo desde que es concebido hasta que muere independientemente de su autonomía. Para los que somos creyentes además, esta dignidad permanece más allá de la muerte. Existen por tanto dos concepciones sobre la dignidad. Para una, es algo condicionado por alguna circunstancia, como la salud o la autonomía o la ausencia de sufrimiento. Para la otra, es absoluta e incondicionada y no puede perderse nunca.

HUMANISMO VS MATERIALISMO

Sobre la dignidad de la vida humana disputan por tanto dos actitudes contrapuestas. Para una, la dignidad de la vida depende del mantenimiento de alguna cualidad decisiva, como la autonomía o la ausencia de sufrimientos intensos. Para la otra, la dignidad, inherente a la persona desde su nacimiento hasta su muerte, no depende de ninguna cualidad o propiedad. Es esta segunda aproximación la de la antropología o humanismo cristiano. La vida de una persona no vale por lo que ésta sea capaz de hacer o producir. Esto es puro utilitarismo y materialismo o incluso si me apuran, capitalismo salvaje. La vida de una persona por sí misma vale infinitamente más que el conjunto de las cosas, sea o no una vida autónoma o más o menos sufriente. No hay vidas más o menos dignas de ser vividas. No hay ninguna vida indigna ni carente de sentido ni la del joven sano y fuerte, ni la que se extingue por la edad y la enfermedad. La negación de este precepto y más si es a favor de un estado que es quién decide es de unas consecuencias terribles. Deberíamos en este sentido aprender de los horrores del pasado ya que con mucha frecuencia eutanasia y eugenesia suelen ir de la mano.

OTRA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO Y DEL DOLOR

Cuando todos los valores superiores se niegan, sólo quedan el placer y la supresión del dolor como fines principales. Muchos contemporáneos pretenden que la vida sea una permanente noche de juerga o un eterno jardín de infancia algo que por otra parte es imposible empíricamente. La vida implica sufrimiento en muchos momentos y éste no siempre es un mal. ¿Se puede de hecho amar sin sufrir? No, como tampoco se puede vivir sin sufrir. Aceptando pues que el sufrimiento forma parte de la vida ¿Puede el sufrimiento anular la dignidad de la vida cuando se da? ¿Es indigna una vida extremadamente sufriente?

La respuesta es que tampoco el sufrimiento extremo y la desesperanza hacen perder al hombre su condición personal. Por el contrario, la capacidad de soportar el dolor y hacerle frente aumenta la dignidad de una vida. Miguel de Unamuno decía que en el dolor nos hacemos y en el placer nos gastamos. Al final de la Barcarola de los cuentos de Hoffmann, de Offenbach, se canta: “El amor nos hace grandes, y el llanto aún más”. Lo cierto es que el dolor ajeno nos mueve a la compasión, nos conmueve y el propio nos modela. El dolor es la forja del alma. No se puede esculpir sin dar golpes con el cincel. Se podría decir que lo que somos lo somos por todo lo que hemos vivido, incluyendo el dolor, que nos hace crecer. Shauna Niequist en su libro Agridulce (Vida Publishers, 2011) subtitula “Cuando la vida es dulce, da gracias y celebra. Cuando sea agria, da gracias y crece”.  Los psicólogos Tedeschi y  Calhoun definieron el crecimiento postraumático como el cambio psicológico positivo experimentado como consecuencia de la adversidad y que conllevaba una mayor empatía con los que sufren, aumento de la gratitud por la vida en general y una mayor profundización en una conexión espiritual o propósito, lo que puede incluir el cambio de creencias o la redefinición de las mismas. El dolor que encontramos en la vida nos hace fuertes sin sabemos encararlo, nos acerca a Dios si somos creyentes y sino probablemente te lleve, cuando menos, a cuestionarte las grandes preguntas de la vida, aquellas que merece la pena hacerse cuanto antes para otorgar sentido a la vida misma.

Por el contrario un mundo sin dolor sería un mundo privado de la mayor parte de las cosas buenas. Para empezar sería un mundo sin compasión y sin heroísmo, probablemente un mundo sin mérito moral. Sería asimismo un mundo sin amor. Pensemos en acciones realmente ejemplares. ¿Cuántas de ellas se habrían realizado en un mundo sin dolor? Como afirma el pensador y escritor C.S. Lewis, “el dolor proporciona una oportunidad para el heroísmo que es aprovechada con asombrosa frecuencia”.

EUTANASIA

Amparados en la visión de que la vida sólo merece la pena cuando el dolor no está y la autonomía es plena, la eutanasia goza de algunos argumentos aparentes a su favor. Se cobija bajo la protección de la libertad y la autonomía. Si un hombre no desea continuar viviendo, habría que respetar su voluntad. Seríamos absolutamente libres para hacer todo aquello que no entrañe ningún daño a otro. Además, si no es el estado el que decide sino la persona, no se impone nada a nadie. Perfecta libertad incluso para dejar de vivir. Y acaso el más extendido argumento sea la piedad, el cese del sufrimiento, el supremo mal, al parecer en nuestro tiempo. Pero la respuesta del humanismo cristiano es que la aceptación de la eutanasia niega la condición personal del hombre, y entiende que la vida no vale en sí misma, sino que se acepta a beneficio de inventario. Cuando el balance es negativo, se repudia. Estamos ante otro episodio de la equivocada relación entre medios y fines. La legalización de la eutanasia pretende que el fin de suprimir el dolor justifica el medio de acabar con la vida. Pero sabemos que esto no es así. Aquí, el medio es matar. Algo parecido podría decirse sobre la pena de muerte o la tortura, realidades en cambio que no son aceptables en nuestra sociedad. No es posible que el bien surja del mal. En la valoración de la vida, no caben medias tintas. Sí a la vida, a toda vida, también a la vida terminal o a la vida que acaba de empezar en la tripa de una madre. Una persona puede haber perdido la mayoría de sus rasgos o estar en proceso de desarrollarlos, pero nunca perderá su condición de persona desde que nace hasta que muere. Otra cosa conduciría a posiciones nihilistas y antihumanistas. El declive actual de la protección jurídica de la vida tiene mucho que ver con la propagación de una actitud antihumanista y, por tanto, antipersonalista. La crisis intelectual y moral, en suma, espiritual, de nuestro tiempo parece evidente. Frente a ella, ejemplos reales como el de mi amigo Pedro (nombre ficticio pues él es de una marcada modestia), aquejado de dos terribles enfermedades, una de ellas degenerativa que le ata a una silla, pero ejemplo extremo de superación, alegría y buen humor aun en las más difíciles circunstancias. Pedro da, pese a su no autonomía, un cariño insustituible a su familia y amigos encontrando en su dolor una forma más de superarse y acercarse a lo que considera lo fundamental de la vida “Dios”.

LUCHA CONTRA EL DOLOR NO ES EUTANASIA

Por supuesto que el dolor ha de evitarse en la medida de lo posible, sobre todo el dolor físico por una enfermedad. El arsenal terapéutico con el que se cuenta hoy en día para la supresión del dolor es extraordinariamente eficaz. En este sentido hay que distinguir entre la oposición a la eutanasia con la defensa del llamado encarnizamiento terapéutico. Nunca se deben adoptar medidas excepcionales para mantener a toda costa la vida que se apaga y hay que facilitar que lo haga con el menor dolor posible. Los medios hoy en día son muchos y es necesario el uso de todo este arsenal terapéutico. Pero más allá de este dolor físico, está el dolor emocional y la soledad experimentada por muchas de estas personas. Por encima de todo, lo que realmente necesita la vida que se acaba es amor y compañía además de los mencionados cuidados paliativos, nunca, en mi humilde opinión, la inyección letal o la muerte por inanición como el triste caso de Noa Photoven. Por el contrario un dosis de amor siempre será la mejor terapia de quien sufre y afronta la enfermedad.

UN HOMENAJE A NUESTROS MAYORES

No quiero acabar este artículo sin hacer un sentido homenaje a nuestros mayores. Al contrario que la tesis defendida por Pablo Motos, quisiera desde estas humildes líneas, hacer un homenaje a la generación que, de forma silenciosa, se carga a los hombros buena parte de este país cada mañana. Son los luchadores de épocas muy difíciles, como la transición española, los que, ahora, lejos de dedicarse a un plácido retiro, educan y cuidan a sus nietos casi como antes les tocó hacerlo con sus hijos. La incorporación de la mujer al trabajo y la falta de una real política de conciliación, les ha llevado de nuevo en muchos casos a tener que cuidar y educar a los más pequeños de nuestras casas. Y lo hacen con un cariño y dedicación del que solo ellos son capaces de tener, aportando un valor incalculable en el enriquecimiento de sus nietos. Recientemente y con motivo de una celebración familiar, me tocó disfrutar nuevamente del extraordinario espectáculo de ver a mis hijos jugando y disfrutando de la presencia de sus abuelos y comprendí una vez más que su cariño, sabiduría y experiencias son insustituibles y que el bien que a nuestros hijos les hace esta presencia es extraordinario. La parte “Mollar” de la vida quizá esté escondida en donde Pablo Motos no sospecha, aquella en donde se da y se recibe un cariño que no tiene igual y que marcará una indeleble huella en las futuras generaciones que habrán de regir nuestro mundo.

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